domingo, 31 de mayo de 2009

Los Pasos

Leonardo entró denuevo al cuarto oscuro a su izquierda; con aquella mirada tan característica llena de enojo indirecciondo, con una fe perpleja en busca de solución. No se atrevió a encender la luz por miedo a lo que podría encontrarse. Prefirió deambular guiándose tan sólo por la luz titiritante que se desplegaba a lo largo del ventanal sin ritmo alguno.

Escuchó que alguien entraba y no esperaba cuestionar su existencia ni mucho menos encontrar ahí respuesta a la suya. Pero al menos tendría compañía en su oscuridad, eso le tranquilizaba.

Tan pronto escuchó los pasos acercarse giró con el ademán de seguridad que le había faltado en ocaciones anteriores. No cuestionó la identidad del ser extraño, tan solo caminó en su dirección. Pronto se dió cuenta que su potencial compañía se redirigía a la puerta. Se detuvo y resolvió seguir en lo suyo, olvidando que alguien había entrado a la habitación.

En medio de su resolución, olvidó suprimir l alegría que aquellos pasos, lejanos, constantes, le habían ocasionado. Y en la penumbra inició una nueva búsqueda sin saberlo, sin siquiera sospecharlo.

Fue así que perdió el hilo de sus ideas, perdió la noción de lo que buscaba anterior a los pasos. Anhelaba escucharlos de nuevo pero esta vez, deseaba que quien dirigiese la marcha se quedara suficiente tiempo como para poderle extrañar.


domingo, 3 de mayo de 2009

"La princesa está triste..."


"La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?"

¿Sería la muerte que tocaba tan cerca de su corazón,
las preocupaciones de números imperfectos
incapaces de comprar su ilusión?

¿Sería el cansancio que trae consigo la sonrisa perfecta,
la vanidad que entregaba sin remordimiento
a cambio de más de una galleta?

¿Sería el lamento de un pasado que prevía estabilidad y compañía,
la envidia del campaneo a proximidad
o la hilaridad de nueva vida?
¿Sería el llamado de su patria extrañado sus pisadas en el suelo,
aquellas viejas amistades sin pretensión ni agenda
que sabían brindar consuelo?

¿Sería el silencio de la noche escondido tras trabajo continuo,
la impersonalidad perpetuada en computadores
mediante diálogos exiguos?

¿Sería el frío que recorre su piel o acaso el beso en su boca,
el amor rodando en su lengua sin autor ni destinatario
repeliendo en su afán todo lo que toca?

Darío nunca dijo qué agobiaba su ojos,
tan sólo que en llantos se ahogaba su andar
confiemos que a esperas de aquel caballero
la princesa sonría y no vuelva a llorar.